lunes, 28 de agosto de 2006

Letargo

― Pensar, pensar, pensar... ¿no hay más por lo que suspiras?
Pierdes el día entre silencios,
oliendo las tapas de tu vida,
masticando las pieles del tiempo
de lado a lado sin medida,
sin otro pulso que el compás
de un seco reloj polvoriento.

A base de coser sombras, tu alma se ha vuelto fría...


― No es cierto, no quiero que mientas:
Soy caliente, o mejor tibia,
porque doy lo justo a los que buscan, quizá más a los que encuentran.
¡Pero todos van a tientas!

Me buscan sin ver más que espejos o cristales,
reflejos y traveses,
quizá visiones ancestrales,
espejismos muchas veces.
No soy más que falsa moneda, que viaja de mano en mano,
pero que nadie quiere guardar (¡por lo menos hasta perderla!)

― ¡Pero la gente se mueve ahí fuera!

― La gente va y viene, sale y entra,
y aunque algunos acompañen,
pocos riegan,
nadie siembra.
Yo recibo y despido luego,
saludo mientras me apeo,
espero siempre sola al rocío
y sola siempre acompaño al viento.

La gente va y viene,
pero yo sólo vengo,
yo vengo y vuelvo,
callo y estropeo,
hablo y miento,
busco y pierdo;
tengo y lamento,
sonrío y muero,
tiro y busco,
veo y quiero.


Dime pues,

¿¿Cómo quieres que me abra puertas
sin otra llave más que el tiempo??

Dímelo