sábado, 18 de junio de 2005

Cenizas de vientos cruzados

Pienso en estas, algunas, palabras escritas en flúor. Y pienso en la necesidad de quemar unos pocos recuerdos, insistentemente, hasta las cenizas; pintarme con ellas en la frente, dibujar transformaciones, y hacer que la gente juegue a descifrarlas.

Alemanias oscuras como el cristal, Macedonias calladas, F-15 bailarines, peeps de carne bañada en pintura y sudor...
Recuerdos que de súbito se reencarnan en absurdos. Entonces dejan de ser míos, porque un absurdo no es de nadie; un absurdo es de cada uno.

En tiempos del zoco, se mediaba el autoconocimiento para asir el conocimiento, la esencia de realidad; actualmente, opino que pretendemos usar el conocimiento para llegar a conocernos. Y qué coño. Hemos pagado un peaje por entrar en la autopista corazón-razón, y a mí por lo menos, me encanta saltarme esa puta mediana de hormigón que separa los carriles.

Los adeptos a esos absurdos vemos en ellos la posibilidad de crear espejos de la ficción y espejismos de realidad. Porque lo necesitamos. Necesitamos retos insuperables, engañosos, imbatibles. La vida es uno más.

No dejan de impresionarme los constantes intentos de la persona por dar razón a sus absurdos.
El absurdo de cada uno.

viernes, 17 de junio de 2005

Medio €, dijo

Regustos italoanglomexicanos estos días. Seúles y Bostons. Cinco días, cinco milisegundos, cinco euros, cinco películas... Viaje y sonido, y cerveza bien rubia y recuerdos para yod, de quien el viento trae aires de decepción futura por entre un horizonte, uno solo, tremendo y tremendamente monótono. A todo acompaña este sentimiento de "sí pero no del todo". A todo envuelve esta bóveda de plomo entre oro y oro prometido, oro esperado. Mentiras de meshé, rematando lo cansino.

Por otro lado, es increíble que el carácter sarcástico y el victimismo vayan tan cogidos de la mano, ¿verdad?

Y de pronto pienso en lilith.

domingo, 12 de junio de 2005

Día sin horas

Perderse entre horas perdidas sienta bien después de noches tan cortas. Un día de manta y gafas, arroces, salsas de mostaza y queso frito, escuchando cabañas del turco y a ese grupo chispa sudafricano que meshé conoce.

Pensando en Serbia, sus grandes riquezas venidas a menos y su clima continental y no mediterráneo. En sus caras dolidas y pelo de trigo, ojos de bosque con sol en rocío. En los cuatro años de una soledad diferente sin solución, que no lograron que cuatro años de diferencia solucionaran la soledad de dos. Quizá por suerte. Quizá por tiempo.

Pensando en pensar, en vodka holandés y en condiciones (¿restricciones?) sexuales, en Valencias y Madrides, en Polonias, Portugales y Caribes, en diez días que ya son nueve, en dos películas de martes que quizá no lleguen nunca o quizá ya tenga que recordar.

En lo inmensamente bien que sienta disfrutar de esos momentos extraños antes del cambio. La estacionariedad. El miedo a volver a tener miedo, habiéndolo ya vencido, pero sabiendo una vez más como vencerlo.

En disfrutar del DEJARSE LLEVAR por esos instantes finales.

Sabores azules y amarillos

Los aires que respiramos ya han pasado por las gargantas de demasiada gente, y he aprendido a no aspirar a nuevas rarezas. Bastante feliz soy ya con este alternativismo tan y tan convencional... en fin, como todo lo que hago y medio mundo hace.

Pero volviendo al tema, y perdiéndome por una nueva rama (que para eso es mi blog). Como todo lo que nos llama la atención, no es nuestro; alguien nos dice que es parte de él/ella, y como admiramos a ese él/ella, aspiramos a llegar a comprender eso que tanto caché le da. Tanto, que al final lo hacemos nuestro, y a veces incluso hacemos un nuestro más grande que el suyo.
Hablo de yod, aunque en este caso no aspiro a compararme con su suyo.

En este caso volvemos a copiar el cielo y la tierra, las profundidades y la locura de manos del señor K, que debía ser bastante gilipollas a mi parecer, pero interesante sin duda. Eso por una parte.

Por la otra, el hecho de que estas punzadas no las sentimos del todo al principio, mientras masticamos a dos carrillos. Tenemos que esperar a tragar, y entonces empezar a jugar con la lengua, descubrir los pequeños recovecos de una memoria que ahora es. En ese instante es cuando encontramos los salados y dulces de verdad, sólo entonces.

Explicado, y a otra cosa mariposa.