Miedo a sentir necesidad de algo, ese es uno de los peores. Te encuentras en una situación diferente de la anterior, alguien que estaba incómodo la ha hecho cambiar, el mundo se empieza a tambalear sobre ti. Los cánones sociales te empujan a querer algo, buscar algo, ¿por qué? porque es lo que necesito ahora, ¡lo dicta la vox populi! Ahí empieza la ansiedad.
En el flanco anterior del damero, las piezas están bloqueadas, olvidadas, inútiles. Te maldices por haber perdido piezas tan valiosas en una jugada que aún no comprendes, ni sabes si realmente quieres comprender, porque pondría en tela de juicio tu valía. El flanco del pasado en eterno retorno, del recuerdo, del recuerdo imaginario que maldice las horas marcando sus latidos al ritmo de un corazón enfermo. Y nunca acaba de morir el jodido. Las piezas siguen soslayando amargas miradas hasta el fin de la partida, tan lejano y tan inconsistente.
El flanco posterior difiere completamente. Allí las piezas se pueden mover con total libertad, sugiriendo eternas jugadas incalculables. Allí, con una serie muy cuidada de movimientos se podría llegar a conquistar un terreno quizá deseado. '¿Por qué?' Lo dicta la partida. Quizá lo desee. Quieres empezar una jugada que te conduzca a ganar algo. Las piezas de atrás te siguen observando, "¡Mueve!". Mueves, la partida empieza a rodar lentamente. Quieres ganar. '¿Por qué?' Lo deseo. "¡¡Mueve!!". Lo dicta la partida. Tengo que matar. '¿A quién?' "¡¡¡Mueve!!!". A una que valga mucho. Creo que... a su reina. '¡Pero si ya está bloqueada!' "¡¡¡¡Mueve!!!!" Da igual, tengo que matar. Lo dicta la partida. Alguien podría acabar con mis piezas bloqueadas. '¡Pero si ésas ya no sirven para nada!'
Pero son mías.
¡MUEVE!
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