Anoche andaba, buscando recuerdos en el arcén, rascando las suelas en el asfalto, sintiendo como las ramas altas de aquel almendro hendido en la oscuridad pararon las horas en la noche más fría. También sentí que estabas.
—¿Estás aquí? —pregunté.
—Estoy detrás de ti.
—Pero no te veo si me giro.
—Sigo detrás tuyo cuando te giras.
—Entonces, ¿no podré verte?
—Quizá si dejas de buscarme.
—Pero ¿quién eres?
—Ya lo sabes.
Pensé, callado. En nada. Y en ti.
—¿Cómo te encuentras? —dije entonces.
—Tengo más frío que hambre. Aunque no quieras darte cuenta.
Y pienso en ti. Quieto. Luego andando, otra vez. No te necesito. Ni a las otras, aunque no sean nadie para mí. No estoy solo. Quiero que lo sepas. Aunque no quiero pensar todo esto. Ni oír tu voz. Porque no eres tú. Echo de menos tu cintura. No puedes serlo. Tan cálida, suave... ¿Y ahora?
ahora tienes más frío que hambre.
dedicado a Anaïs la desconocida (miramealosojos.blogspot.com)
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