Hoy me he querido inventar una noche.
Mi noche empezó a las 3:00. No había música, ni luces, ni bailes. Sólo estaba yo, yo y la noche, rodeándome y girando sobre mí en vaivenes sinuosos. Sabía que me sentía algo solo, así que inventó palabras para mí.
Todas eran cálidas y de mirada almendrosa. Todas evocaban sensaciones de paz, de alivio, de emoción; aromas exultantes, trueques impensables, sabores sencillos aunque llenos de matices, de colores, de ventanas. Todas chispeaban, todas se encendían, todas se besaban y latían en frases ardientes.
Y por fin todas se acaban consumiendo, lentamente, entre brasas aún candentes.
Mientras las últimas palabras se van apagando, rozo con mis dedos sus cenizas, y las llevo a mi frente. De nuevo me pongo a dibujar, pero esta vez no aparecen máscaras ni desafíos, esta vez aparece un rostro, tibio y confortable. Ese rostro, ¿por qué no?, es el tuyo.
Mi noche acabó a las 4:00.
¿estás segura de que me toca el lado caliente de la cama?
Mi noche empezó a las 3:00. No había música, ni luces, ni bailes. Sólo estaba yo, yo y la noche, rodeándome y girando sobre mí en vaivenes sinuosos. Sabía que me sentía algo solo, así que inventó palabras para mí.
Todas eran cálidas y de mirada almendrosa. Todas evocaban sensaciones de paz, de alivio, de emoción; aromas exultantes, trueques impensables, sabores sencillos aunque llenos de matices, de colores, de ventanas. Todas chispeaban, todas se encendían, todas se besaban y latían en frases ardientes.
Y por fin todas se acaban consumiendo, lentamente, entre brasas aún candentes.
Mientras las últimas palabras se van apagando, rozo con mis dedos sus cenizas, y las llevo a mi frente. De nuevo me pongo a dibujar, pero esta vez no aparecen máscaras ni desafíos, esta vez aparece un rostro, tibio y confortable. Ese rostro, ¿por qué no?, es el tuyo.
Mi noche acabó a las 4:00.
¿estás segura de que me toca el lado caliente de la cama?